"El Giro de Italia ha vivido un drama..."


Corría el 8 de junio de 1956. Se escribía una de la más dura y épica página de la historia del ciclismo. Lugar: Giro de Italia. Un actor no invitado se iba a presentar para hacer extremadamente dura la etapa dolomítica de ese año: la Climatología.


Es sabido por los buenos aficionados al ciclismo que el luxemburgués Gaul fue el ganador de la etapa convirtiéndose en Maglia rosa y posterior ganador. Partía como líder Pascolino Fornara, sin embargo la adversa climatología le obligó a retirarse a pocos kilómetros de terminar la etapa. Comentaría posteriormente Fiorenzo Magni que si él hubiera sido la maglia hubiera llegado incluso andando -mencionar que unos días antes se había roto la clavícula (etapa 12 de Grosseto a Liverno) lo que no le impidió terminar el Giro en segunda posición-. ¡¡¡Un auténtico ANIMAL!!!!


Aunque mucho se ha escrito sobre ese día rescato una de crónica sobre lo vivido escrita por Gigi Bocacinni y otra, mucho más pequeña, sobre si la etapa se debía haber suspendido por Vittorio Pozzo en el periódico La Stampa. Detallo de modo breve algunos datos para comprender mejor lo referido en los artículos.


Etapa: Merano-Monte Bondone

Puertos dolomíticos coronados: Costalunga, Rolle, Gobbera, Brocon y fin de etapa en Bondone

Líder antes de inicio etapa: 

       Pascolino Fornara

Resultado de la etapa: 
  1. Charlie Gaul.
  2. Alessandro Fantini a 7 m. 44 sg.
  3. Fiorenzo Magni a 12 m. 15 sg.
Clasificación al terminar la etapa:
  1. Charlie Gaul
  2. Fiorenzo Magni a 3 m. 27 sg.
  3. Agostino Coletto a 6 m. 53 sg.
Otros protagonistas: 

  • Nino Defilippis (sobrenombre de “cit” que significa pequeño en piamontés).
  • Aldo Moser (cuarto clasificado del Giro de ese año).
  • Gastone Nencini (uno de los poco ciclista que ha conseguido top 10 en la tres grandes el mismo año).
  • Ángelo Conterno (ganador de la Vuelta a España de ese año).
  • Giancarlo Astrua (tercer clasificado Tour de Francia 1953).


Primer  artículo 

Gaul estaba aturdido y lloraba en el  último ascenso camino de la victoria.


El pequeño corredor, angustiado y con los ojos fijos en el vacío, no pudo pronunciar palabra - Boni fue retirado de la bicicleta y permaneció como si todavía estuviera en ella- Coppi: "Estoy sorprendido por lo que he visto" - Cuatro grados bajo cero en la línea de meta - Un grito bajo la tormenta: "detengan el Giro: ¡la gente se muere!


(De nuestro corresponsal especial) Monte Bondone, 8 de junio.

Un drama, un verdadero drama, un espectáculo alucinante. De Trento a Monte Bondone, la nieve: rachas de viento a seis kilómetros de la cima, luego la tormenta. Había estado lloviendo todo el día.El viento helado y húmedo no había logrado barrer de las cima de los puertos Dolomitas una densa niebla. Una atmósfera horrible, los corredores parecían fantasmas, tenían miedo, un viento enfurecido que no paraba de crecer, horrible. Caídas, retirados: nos detuvimos en San Martino di Castrozza ante el  huracán, fuimos testigos de ráfagas de viento aterradoras desde Nolten, y desde el Brocon seguimos a Fornara que sufría cómo si fuera al infierno, entonces, mientras nos acercábamos a Trento, la carrera se hizo más dura, la fatiga y el frío hicieron que el esfuerzo de los ciclistas fuera insoportable. Un recuerdo espantoso, los capítulos vividos son difícil de recordar claramente de un modo nítido, se superponen, los escenarios parecen confundirse, los corredores ya no tienen sus caras, solo hay una, el espasmo que los atormenta.


Desde Trento, el Bondone, se encuentra a dieciséis kilómetros cuesta arriba, lo que sería difícil al sol, con la nieve es un dolor. Superior Gaul, el luxemburgués pedalea aturdido y llora. Nuestro automóvil tiene un limpiaparabrisas roto, seguimos adelante como podemos, la multitud entumecida al costado de la carretera todavía tiene el coraje de preguntarnos quién está a la cabeza; esperan a Moser, cuando gritamos: “¡¡¡Gaul!!!” hacen un gesto de desaprobación. Y en la cima a 1300 m de altitud: todavía está nevando, hay una capa blanca en el suelo, un tramo en el que la temperatura ha caído por debajo de cero. Nos dicen: menos 4. Puede ser. Todos los compañeros charlan, los tifosi y los periodistas en ropa de verano tiemblan, estamos de regreso al pleno invierno. Las botellas de coñac y licor reviven a los más castigados, alguien prueba ingeniosas opciones que no tienen éxito. Los médicos y la fuerza pública se encargan de organizar una sala de emergencias, equipos de voluntarios que transportarán al hotel cercano a los corredores que han podido llegar a la línea de meta. Pocos fotógrafos: sus motocicletas en la mayoría de los casos fueron bloqueadas en el Passo Rolle por una tormenta repentina.


Pasan largos minutos en el paisaje invernal. Una falsa alarma sobresalta a los pocos espectadores que aguantan. Otro cuarto de hora y es el momento, Gaul pasa bajo la pancarta. Está angustiado, un agente y su mecánico lo apoyan. El luxemburgués no habla, sus ojos están muy abiertos, mirando al espacio. El hotel está a cien metros de distancia, Guerra se abre con fuerza a través del apretado grupo que rodea al atleta. 


Foto: Gaul al terminar la etapa de ese día del Giro. Publicada en La Stampa.


En el hotel: calor reparador, en una increíble confusión. La puerta se abre, entra Gaul. Su voz es un respiro débil, muy débil: “frío, frío”. En una habitación en el primer piso Frattini le espera. Masaje al cuerpo, una taza de caldo tragado en cucharaditas. Se le retira la camisa empapada. Con un traje de abrigo, el “niño” se cubre bajo las sábanas, sacudido por un temblor convulsivo que no quiere calmarse. El rostro adquiere color lentamente, Gaul, que generalmente habla en francés, se expresa en italiano: “Quién es el primero en la clasificación general”. "Un señor llamado Gaul". “¡Imposible! ». Parece un niño, un bebe, una sonrisa pálida florece en sus labios amoratados.


En el estrecho hall una pequeña multitud se ha reunido. Se cuentan historias inverosímiles. Nencini, -informan- se retiró y, en el momento del abandono, tuvo a Bartali a su lado: no lo reconoció. Boni lo sacó de la bicicleta, lo dejó en el suelo, permaneció como si estuviera sobre el sillín, no pudo mover las piernas. En el caos encontramos a Bartali: «Nunca había visto a los Dolomitas así. ¡Es terrible! ». Intercambiamos dos palabras con Coppi: “Estoy literalmente molesto. ¡Cuando vi a Defllippis en crisis no pude resistirme, tuve que irme! ». También está Conterno: "Pensé que había alcanzado el máximo sufrimiento cuando corrí con neumonía. Estaba equivocado. Lo que sucedió hoy supera todo lo imaginable". Y Grosso, con la mano enyesada debido a la caída de San Marcello Pistoiese, murmura: “Aún salió bien”. Y Astrua, quien se retiró al poco del comienzo de etapa, no se queja: “He evitado las heladas, ¡y ya es mucho!».


Un rugido, aplausos. Fantini ha llegado. Segundo en la línea de meta, inmediatamente después de Gaul, y es una sorpresa. Una sorpresa porque los abruzzenses en comparación con otros son frioleros. “Maldición, tuve que ir recuperando durante doscientos kilómetros. Siempre es así, al principio tardo en arrancar. Al final, cuando empecé el Bondone, cacé a Moser y Baffi y salí como un rayo. Pero piense un poco: con un poco más de suerte también podría haber ganado el Giro”. Se desplaza al baño y se ríe. Un paréntesis para la sonrisa en el drama. 

Uno de los organizadores nos tira de la manga y nos dirige al piso superior. Abre una puerta, en una cama se encuentra Defìlippis. Lo acompañamos parte del tramo camino al Bondone desde Trento viviendo parte de su terrible experiencia. Lo habíamos visto pasar por allí rápido y poderoso junto con Monti, le habíamos animado con gritos. Remontando para volver a la cabeza de la carrera, nos encontramos con un grupo de autos detenidos. Estaba Nino en crisis. Volvió a la bici, ahora estaba pedaleando en zigzag. Al acercarnos al coche de equipo, con un gesto preguntamos al director técnico Aguggini. Otro gesto fue la respuesta, dos manos que se abrieron desconsoladas. Y Nino continuó igual hasta una nueva parada. El “cit” - pobre “cit”- estaba magullado, temblando como una hoja. Le cambiaron la camisa, le dieron un gorro seco y trataron de darle un masaje. Y sigue, sigue como un prisionero. Luego nos dijeron: “¡Ha abandonado!”. Lo encontramos ahora en el hotel. “Me montaron en un coche, solo ahora me doy cuenta de lo que me había pasado". Gallarino, el masajista, explica: “Le echamos dos botellas de agua hirviendo en las piernas, ni siquiera dijo ¡ah!”.

Foto: momento de la retirada de Defilippis publicada en La Stampa.


Descendemos de la habitación del turinés. Magni viene a nuestro encuentro: “Cuánto sufrimiento, cuánto sufrimiento...”. Le cuesta un cuarto de hora quitarse los guantes y los zapatos. Se le informa del resultado, pero ruega: “Déjame en paz, déjame en paz”.


También nos dijeron que en cierto momento, mientras la tormenta se desataba, se escuchó un grito en la caravana: “¡Alto al Giro: hay gente muriendo!».


Monti tuvo una crisis espantosa, pero mejoró pronto. Y a Maule también le fue relativamente bien. En la carretera, cuando pensó que ya no podía seguir, se detuvo y entró en una taberna: “Comí y bebí. Me emborraché para meta; solo así pude seguir”.


Moser. Después de la etapa de Lecco ya estaba por debajo del peso de "forma", debería haber pesado 71 kilos, pero solo pesaba 65. Casi delirante, se acurruca sobre sí mismo. Lo suben escaleras arriba, se intenta quitar los guantes, Aldo suelta un grito terrible. Se acuesta en la cama vestido como está, sus amigos lo desnudan. Frattini lo visita. Sacude la cabeza: "Tenemos que tener cuidado con la reacción febril de esta noche".

Agostino Coletto. Gritos: “Hambre, leche, ron, galletas ». Pero no está molesto. De hecho, dice con calma: «Sabía que tenía algo que comer, lo mejor azúcar, la tenía guardada en el bolsillo de la maglia. Sin embargo, mis manos estaban tan entumecidas que no pudieron desabotonar el botón. Me detuve a tomar una copa y le pedí a un policía que me diera el bidón".


Schaer - información que no sabemos si es correcta o no - está en el hospital de Levico; el español Serra, después de un momento en el que temía haber perdido la sensibilidad de sus manos, comienza a sentirlas nuevamente; Fornara se ha recuperado del estado de shock en el que había caído. Son casi las 9 en punto, en los coches varios atletas llegan a Trento, algunos copos de nieve continúan cayendo sobre el Bondone ahora envuelto en la sombra de la tarde. Los periodistas permanecen a 1300 metros de altitud en una habitación llena de humo. Escriben y llaman: "El Giro de Italia ha vivido un drama...".


Gigi Boccacini


Segundo artículo

El angustioso dilema


En nuestra carrera hacia metas cada vez más altas, nuestro pobre deporte es objeto de dificultades y adversidades cada vez más duras. Pero esto es ciclismo. Después de pasar la etapa en la que las dificultades del clima y la naturaleza podrían haber sido mucho más graves (cruzar el paso más alto de Europa, el Stelvio), el mal tiempo apareció en un día donde las probabilidades de hacerlo eran mucho menores. Era una parte de la carrera destinada a probar la fuerza y ​​la resistencia de los corredores, menos que la de adaptación al clima. La adversidad se presentó en sí misma con una violencia sin precedentes: viento, escarcha, nieve, tormenta. Una violencia que ha destrozado y roto todo,  obligando a la retirada a más de la mitad de los sobrevivientes de la carrera, 45 de 86, y eso definitivamente ha reventado la más grande y popular de nuestra carrera del año.


Es un pequeño drama, en el sentido deportivo del término, de un hecho sin precedentes como circunstancia y magnitud. Un evento que causará revuelo sin fin. Somos sencillos en la cuestión, la fatalidad es una parte primaria. Un golpe tan repentino y tan fuerte que nadie lo esperaba. Es una trampa del destino, que estaba al acecho, por lo que no podemos hablar de verdadera culpa hacia nadie. Ante una situación inesperada, la gran mayoría de los corredores lucharon, resistieron y agotaron todas las reservas físicas, colapsaron. En la tormenta de nieve, con las piernas desnudas en traje de verano, sin posibilidad de recurrir a medidas especiales de protección. La montaña no perdona incluso a aquellos que están equipados y preparados cuando se desata. Nadie puede hacer reproches a los corredores. ¿Los organizadores? Aquellos que, en el caos podrían haber tenido una visión clara y completa de lo que estaba sucediendo, deben haberse encontrado en una encrucijada cruel. Por intentar evitar el desastre, solo podían hacer una cosa: detenerse, suspender la etapa. El hacerlo hubiera decidido el resultado de la carrera: fue lo más difícil, era lo más importante. Detenerlo significaba prácticamente cortar el Giro. Al no interrumpirlo, lograron el mismo resultado. El golpe que ha recibido la carrera es terrible, mortal. El Giro de Italia se ha derrumbado con esta etapa. Para atravesar la tormenta el batallón de atletas que la desafiaron dejó a la mitad de su personal en el campo de batalla. ¿Es mejor llegar a Milán en un domingo de fiesta con cuarenta corredores maltratados, o en un día laborable con ochenta, con toda su fuerza, repletos en energía? 


Vittorio Pozzo

Enlace  a un vídeo resumen de la etapa del Stelvio y Monte Bondone.
Enlace al periódico La Estampa donde aparecen los dos artículos.

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